LOGIA
Hay criaturas que desde muy pequeñas están acostumbradas a recibir más estímulos sensoriales de los que realmente están preparados para afrontar: muñecos con sonidos y luces estridentes, colores llamativos, pantallas antes de los 3 años.
Todo Esto les genera la necesidad de recibir continuamente mensajes, porque es a lo que están acostumbrados, y la falta de ellos les genera malestar. Es bien sabido que las tecnologías digitales en etapas del desarrollo tempranas (0-3 años) han propiciado esta «necesidad» de recibir estímulos y de responderlos de forma automática.
La hiperactividad cognitiva es una forma de llamar a la casi adicción a los mensajes cortos, a la irritación si no los hay, a la frustración si algo nos cuesta un esfuerzo prolongado. Porque desde bien pequeños/as nos acostumbran a apretar un botón y a obtener una reacción inmediata, dejando de lado la experimentación, la imaginación y la creatividad, tan propias en la etapa de los 3 a los 5 años.
La llamada hiperactividad cognitiva no tiene que ver con el movimiento, pero sí con la necesidad de estímulos nuevos, con el factor sorpresa, con captar la atención y dar contenido nuevo en el momento que se sabe que la atención decae.
Y como creadora de contenido infantil, publicista y periodista sé cómo se estudia, cómo se analiza el tiempo de visionado de cada vídeo y cuándo cae en picado la atención o hay la necesidad de cambiar. Por eso, como madre, quiero visionar preferentemente antes el contenido que consumen mis hijos y optar, a medida de lo posible, por el slow content, para que puedan disfrutar del contenido, a la vez que son capaces de procesar la información de forma adecuada según su edad.